Al ver las fotos uno recuerda lo que más le atrajo, más le sorprendió o más le impactó. Aunque uno conozca los sitios a donde va, siempre hay sorpresas. En este viaje, en concreto, hubo dos momentos extraordinarios. El primero nuestra visita a una plaza de San Pedro desierta. Toda para nosotros. Tiene una explicación. Era por la noche, mes de diciembre, y llovía. No mucho pero sí lo suficiente para hacer incómodo caminar por la calle. Siempre es sorprendente estar en un sitio que normalmente está atestado, y encontrarte solo.
El otro momento de impacto fue más íntimo y personal. Soy un absoluto enamorado de la historia de Roma, he leido decenas de libros modernos y clásicos, he visto las películas buenas y las malas, y podría recitar de Augusto en adelante quince o más emperadores seguidos sin equivocarme mucho. Sin embargo, nada me acercó más a las personas corrientes de Roma, a los ciudadanos, libertos y extranjeros residentes que la vista a la sala de epigrafías, o 'Gallería lapidaria' del Museo Capitolino, en el Campidoglio.
Esta es una sala subteránea de inauguración relativamente reciente, y conecta dos edificios del museo. En ella uno, en principio, no ve más que lápidas, fragmentos de lápidas, bases de estatuas y poco más. Es fácil pasar de largo. Total, como dice mi padre: si en Roma hay algo son piedras. El propio museo contiene otras maravillas mucho más atractivas, como una estatua ecuestre de Marco Aurelio que quita el hipo, o el gálata herido o los cimientos del templo de Júpiter, expuestos de un modo asombroso por citar tres. ¿Para qué perder el tiempo en esta sala?
Si conseguimos evitar la tentación de caminar con prisas para llegar al otro edificio, y nos tomamos el tiempo de leer las traducciones al italiano o al inglés de las epigrafías, abrimos una puerta al mundo de las personas. Aunque hay esquelas en homenaje de Emperadores, generales y otros próceres de la sociedad romana, aquí encontramos lápidas que esclavos libertos erigen en homenaje fúnebre a sus amos; otras que ofrecen padres tras la muerte en combate de sus hijos legionarios; algunas de esposos a sus mujeres. Sin embargo, de entre todas, las que más me tocaron el corazón fueron varias halladas en tumbas de niños, en las que sus familiares expresan el dolor por la pérdida.
Los textos me pusieron más en contacto con las personas que hay detrás de la historia y de la leyenda que toda la literatura leída. Fue una experiencia muy personal e intensa.
Voy a poner tres ejemplos:
Primer ejemplo:
A los ausentes. Los dolientes padres, Felicula y Myron construyeron esta tumba para su dulce hijo Lucios Aelios Melitinos, que vivió 13 meses y 9 días. No violes esta tumba y que esto no le ocurra en el futuro a tus hijos. No molestes, ni permitas que nadie perturbe el descanso en esta tumba, y se cuidadoso con las urnas que descansan aquí
Segundo ejemplo:
Tercer ejemplo:
Han pasado dos mil años desde esto. ¿Se le ocurre a alguien un modo mejor de expresar los sentimientos que están en estas esquelas? Somos iguales que ellos.
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